Moderado
Así va 50/100
Entradas de Renovables
Así va 83/100
Eficiencia Energética
Así va 100/100
Salida de Fósiles
Así va 31/100
Eliminación de Subsidios
Así va 0/100
Inversiones en TE
Así va 38/100
Justicia en TE
No Aplica
Resumen
Al observar la matriz energética de Colombia se evidencia que aún el país muestra una alta dependencia de fuentes fósiles de energía, como el petróleo, el gas natural y el carbón mineral. Esto se debe principalmente a la demanda del sector transporte y a la participación histórica de estos combustibles en la industria.
En la siguiente tabla se muestra la Matriz Energética (energía primaria) a 2023:
Fuente |
TJ |
Porcentaje |
Petróleo |
706.662 | 41,21% |
Gas Natural |
391.184 |
22,81% |
Carbón Mineral |
191.926 |
11,19% |
Hidroenergía |
206.080 |
12.02% |
Renovables |
3.870 |
0,23% |
Nuclear |
0.000 |
0,00% |
Biocombustibles | 215.080 |
12,54% |
Fuente. Elaboración propia, datos de IEA y Ember
En la siguiente tabla se muestra la matriz eléctrica nacional, como capacidad instalada a diciembre de 2023.
Fuente |
GW |
Participación |
Petróleo |
1,48 |
6,30% |
Gas Natural |
4,31 |
15,30% |
Carbón Mineral |
1,65 |
8,80% |
Hidroenergía |
13,21 |
66,90% |
Renovables |
0,7 |
1,60% |
Nuclear |
0 |
0.00% |
Biocombustibles |
0,35 |
1,10% |
Fuente. Elaboración propia, datos de IEA y Ember
Por otra parte, la generación de energía eléctrica en Colombia continúa basándose en una proporción significativa de hidroenergía. Si bien el carbón y el gas natural se mantienen como fuentes complementarias, las energías renovables no convencionales (eólica y solar) han incrementado su contribución, reflejando políticas de fomento e inversiones específicas en proyectos de generación limpia (ver la sección 3, Dimensión 1: Energías renovables).
El conjunto normativo y de políticas implementado en Colombia ha ido evolucionando para responder a los desafíos del cambio climático y la necesidad de una transición energética que sea inclusiva y socialmente justa (mayor información en el Normograma del Observatorio de TEJ en Colombia).
El primer esfuerzo explícito en materia normativa relacionado con la transición energética en Colombia se dió con la aprobación de la Ley 1715 de 2014, por medio de la cual se reguló la integración de las energías renovables no convencionales al Sistema Energético Nacional. Gracias a este marco normativo Colombia inició un proceso transformador en su matriz energética, marcando un hito en la integración de energías renovables no convencionales al Sistema Energético Nacional. Gracias a la ley 1715 se establecieron incentivos tributarios y mecanismos regulatorios que han impulsado la inversión en tecnologías limpias, redefiniendo la manera en que el país abordaba la diversificación de sus fuentes de energía.
En 2022, la planificación energética dio un salto significativo con la implementación de dos herramientas clave: el Plan Energético Nacional (PEN) 2022-2052 y la Política de Transición Energética (CONPES 4075). El PEN fijó metas ambiciosas, como aumentar la participación de fuentes no convencionales de energía del 1,4 % a un rango entre el 7 % y el 30 %, mejorar la calidad del servicio eléctrico reduciendo indicadores como SAIDI (de 29,6 horas/año a un rango de 2-4 horas/año) y SAIFI (de 38,2 interrupciones/año a valores comparables), y elevar la eficiencia energética, incrementando la proporción de energía útil del 48,85 % a un rango entre el 61,78 % y el 75,48 %. Paralelamente, el CONPES 4075 complementó esta estrategia mediante la implementación de subastas para proyectos de generación renovable, promoviendo la diversificación de la matriz eléctrica y atrayendo inversiones para incorporar más fuentes limpias al sistema.
El más reciente avance normativo a nivel de transición energética es la Hoja de Ruta de la Transición Energética Justa (TEJ) que se presenta como el plan guía para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y avanzar hacia una matriz energética descarbonizada. Con una inversión público-privada proyectada en más de 283 billones de pesos para 2030, este plan no solo busca una transformación tecnológica y ambiental, sino también una transición inclusiva y equitativa que atienda las necesidades de todos los sectores de la sociedad.
En cuanto a las políticas de cambio climático relacionadas con las transición energética, en 2020 se presentó la actualización de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). En este instrumento el país se trazó la meta de alcanzar un nivel máximo de emisiones máximo de 169,4 MtCO2e para 2030, lo que equivale a una reducción del 51 % de las emisiones con respecto a un panorama de referencia revisado para 2030. Las metas bajo la NDC son coherentes con lo planteado con la estrategia de largo plazo E2050 y se ancla en las dos principales leyes de cambio climático que existen en el país.
En términos generales, Colombia ha logrado avances significativos en 3 de las 5 dimensiones de la transición energética justa, sin avances en una dimensión. Sin embargo, enfrenta desafíos cruciales que deben ser abordados de manera estratégica para garantizar el éxito de este proceso transformador.
Dimensión de energías renovables: el país ha experimentado un crecimiento sostenido en su capacidad instalada, impulsado por iniciativas como la Ley 1715 de 2014 y la implementación de subastas de largo plazo, con las cuales fomenta la inversión en el sector renovable con la firma de contratos de suministro de 15 a 20 años. Sin embargo, se requiere aún un esfuerzo de inversión importante para fortalecer la infraestructura de transmisión eléctrica y agilizar los trámites relacionados con el licenciamiento ambiental, factores clave para acelerar el desarrollo de proyectos renovables.
En cuanto a la eficiencia energética, aunque se han registrado avances en la reducción de la intensidad energética, Colombia aún está lejos de cumplir con los estándares globales. Para cerrar esta brecha, es imprescindible adoptar estrategias más ambiciosas y sostenibles, que incluyan mayores inversiones en tecnologías eficientes y políticas que promuevan un uso racional y responsable de la energía en todos los sectores. Esto se mantiene en línea con el diagnóstico presentado por el Programa de Uso Racional y eficiente de Energía 2022-2030 donde se señala que solo se aprovecha alrededor del 31% de la energía consumida, evidenciando un alto grado de ineficiencia por lo cual propone un escenario en el cual si se, adoptan tecnologías de punta y medidas en sectores clave, se podría alcanzar una reducción del consumo del 10% para el periodo propuesto, lo que muestra la necesidad de enfocar esfuerzos no únicamente en la expansión de la matriz renovable, pero de hacer énfasis especial en las mejoras en eficiencia energética para cumplir con las metas planteadas a nivel nacional e internacional..
Colombia se encuentra lejos aún de la transición fuera de los combustibles fósiles, a pesar de las señales que ha dado el gobierno actual de frenar contratos nuevos de exploración y explotación de petróleo y gas. Por un lado, se ha observado una disminución en las reservas de carbón pero un aumento en los recursos contingentes de petróleo y gas. Por otro lado, el consumo y las exportaciones de combustibles fósiles continúan en ascenso, lo que dificulta la transición hacia un modelo energético más limpio. En este contexto, resulta prioritario fomentar y generar incentivos para que la electrificación de la economía sea posible y que cada vez se demanden menos combustibles fósiles. Adicionalmente, es urgente que Colombia plantee una estrategia para una salida planeada y progresiva de los combustibles fósiles con hitos claros por cada uno de los principales combustibles y que evidencie las necesidades de apoyo internacional que deben cubrirse para lograr una transición ordenada.
En relación con la eliminación progresiva de subsidios a los combustibles fósiles, a pesar de que se ha registrado una disminución leve en la carga fiscal de los subsidios a la producción, los subsidios al consumo siguen siendo elevados, lo que representa un obstáculo significativo. A pesar de que la carga fiscal total de los subsidios a la producción es mucho menor frente a la de los subsidios al consumo, es fundamental priorizar la eliminación de los subsidios a la producción y, al mismo tiempo, diseñar mecanismos alternativos que permitan mitigar los efectos que pueda traer la eliminación de los subsidios al consumo.
Por otro lado, la inversión en la transición energética justa se ha incrementado, aunque con fluctuaciones interanuales que generan incertidumbre. Para garantizar un flujo constante de recursos, es necesario adoptar un enfoque estratégico que priorice proyectos de energías renovables y eficiencia energética, asegurando que estas inversiones se traduzcan en beneficios tangibles para la población y el medio ambiente.
En conclusión, Colombia ha avanzado en áreas clave de la transición energética justa, pero aún enfrenta retos importantes que exigen un enfoque integral y coordinado. Es necesario redoblar esfuerzos en la implementación de políticas más ambiciosas, eliminar barreras estructurales y promover una transición que sea inclusiva, equitativa y sostenible.
Entradas de renovables
Aumentar y mantener la proporción de la capacidad instalada de energías renovables es un pilar fundamental de la transición energética justa de los países de la región y en particular de países como Colombia que pueden tener oportunidades en la electrificación de su economía a partir del desarrollo del potencial de sus recursos renovables
La meta incluida en el primer balance mundial busca triplicar la capacidad de energías renovables a nivel global de manera que se alcance una capacidad instalada de 11.000 GW para el año 2030. Sin embargo, esto no significa que todos los países deban incrementar estrictamente su capacidad al mismo ritmo.
A partir del análisis de Transforma, se encontró que Colombia puede aumentar de manera progresiva la capacidad instalada de energías renovables de manera tal que se llegue a un mínimo de 21,4 GW a 2030 cubriendo además la demanda futura proyectada para este año. Ver escenario de progresión sostenible en los gráficos siguientes.
- Comportamiento tendencial (Puntaje: 1)
La serie de capacidad instalada en energías renovables entre 2020 y 2024 exhibe un crecimiento continuo, motivado por la implementación de políticas de fomento a la inversión y la entrada en operación de nuevos proyectos solares y eólicos. Dicho comportamiento está respaldado por el marco legal establecido en la Ley 1715 de 2014, que otorga incentivos fiscales y regulatorios para energías limpias.
A pesar de esto, Colombia aún necesita aumentar el ritmo de expansión de renovables no solo para alcanzar las metas planteadas en el escenario de progresión sostenible sino también para alcanzar las metas aún más ambiciosas planteadas bajo la hoja de ruta de transición energética justa planteada por el Ministerio de Minas y Energía.
Sin embargo, el alcance de las metas asociadas a diversificación de las tecnologías y de capacidad instalada depende de diversos factores como la necesidad de agilizar trámites de licenciamiento ambiental, mejorar los procesos de consultas previas y de fortalecer la infraestructura de transmisión.
- Comportamiento interanual (Puntaje: 1)
Durante 2020 y 2021, el crecimiento de la capacidad instalada fue más bien moderado, en parte debido a la incertidumbre económica global y a las restricciones operativas ocasionadas por la pandemia. Sin embargo, a partir de 2022 se observa una aceleración, asociada con la reactivación económica y la finalización de proyectos adjudicados en subastas de energías renovables. Para 2023 y 2024, el aumento se hace más evidente gracias a la materialización de nuevos parques solares y eólicos, así como al interés del sector privado y la inversión internacional. Aun así, la brecha con las metas de progresión sostenible se mantiene, lo que subraya la importancia de seguir fortaleciendo los instrumentos de promoción y la coordinación institucional para alcanzar mayores tasas de crecimiento.
El comportamiento de la capacidad instalada de energías renovables en el periodo 2020-2024 refleja un avance significativo en la transición energética de Colombia. Aun con la tendencia ascendente, la comparación con las metas propuestas por el escenario de progresión sostenible revela la necesidad de:
- Acelerar la ejecución de subastas de largo plazo, que permitan una adjudicación constante de nuevos proyectos.
- Desarrollar infraestructura de transmisión y distribución, vital para integrar la energía renovable al sistema eléctrico nacional.
- Mantener y ampliar los incentivos regulatorios y fiscales, generando confianza en los inversionistas nacionales e internacionales.
- Con un enfoque estratégico y la articulación de todos los actores involucrados, el país podrá reducir la brecha existente y acercarse de forma más contundente a las proyecciones de progresión sostenible.
Eficiencia energética
La eficiencia energética es un pilar fundamental de la transición energética justa, ya que busca reducir el consumo de energía sin comprometer la calidad de vida ni la productividad. Se define como la disminución del consumo energético por unidad de PIB y la reducción de la intensidad energética en sectores clave como la industria, el transporte, el comercio y los hogares. En este contexto, se considera a la eficiencia energética "el primer combustible" debido a su accesibilidad y rentabilidad, optimizando el uso de la energía en generación, transmisión y distribución (Withing, 2022). Según el Plan Energético Nacional (PEN) 2020-2050, la eficiencia energética en el país se sitúa en un 31%. En otras palabras, de cada 100 unidades de energía utilizadas, se pierden 69 y solo se aprovechan efectivamente 31. La eficiencia energética varía entre sectores, alcanzando un 55% en la industria y cayendo a un bajo 18% en los hogares. Estas cifras evidencian un amplio potencial de mejora a través de medidas como la modernización de infraestructura, la promoción del uso racional de la energía y la implementación de tecnologías más eficientes, reduciendo así tanto las emisiones de gases de efecto invernadero como los costos en producción energética.
La meta de referencia para eficiencia energética proviene del primer Balance Mundial, que plantea duplicar la tasa media anual de mejora de la eficiencia energética a nivel global hacia 2030. El trabajo de modelación para definir esta meta fue liderado por la Agencia Internacional de Energía (AIE). De acuerdo con la AIE, se propone alcanzar una mejora promedio anual en la intensidad energética del 4% para 2030, tomando como línea base la tasa de mejora observada a nivel global entre 2010 y 2019, que fue de aproximadamente 2%.
- Comportamiento tendencial (Puntaje 1)
De acuerdo con el Banco Mundial, el índice de intensidad energética colombiano ha tenido una tendencia a la baja durante las últimas dos décadas logrando una reducción de 26.85% entre 2000 y 2022, comportamiento parecido a la tendencia general de América Latina y el Caribe. Propiamente para el periodo de análisis se evidencia una tendencia positiva en la reducción de la intensidad energética entre 2020 y 2023, con una disminución de 2,42 a 2,18. Durante este período, las mejoras efectivas en EE han mostrado un incremento gradual, alcanzando un 4,6% en 2022 en comparación con 2021.
En general, el comportamiento de la intensidad energética en Colombia durante el periodo analizado (2020-2023) muestra una tendencia decreciente, lo cual representa un avance positivo en términos de eficiencia energética. En consecuencia, el país ha experimentado un incremento en las mejoras de intensidad energética tanto en la última década como en los últimos años por lo que se considera que el país tiene un avance favorable hacia la transición tanto en la tendencia como en la variación interanual (alcanzando incluso un 6.4% de mejora del 2021 al 2022).
Con respecto a la meta global, se evidencia también un comportamiento favorable debido a que en los últimos años Colombia ha tenido mejoras en la eficiencia energética que superan el 4% promedio anual.
En resumen, haciendo una ponderación del cambio interanual y del compromiso de largo plazo, se evidencia que Colombia ha ido avanzando de manera alineada con las las metas globales de eficiencia energética. Sin embargo, si bien la trayectoria reciente es favorable, será necesario fortalecer e intensificar las estrategias nacionales.
Salida de fósiles
Aunque históricamente el sector de hidrocarburos ha mantenido una participación estable en el PIB en el país, sigue siendo un sector clave por su impacto en exportaciones e inversión extranjera, recibiendo el 23% ($760M USD) de los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) durante el primer trimestre de 2024 (DANE,2024). Sin embargo, la inversión en minería y petróleo cayó en un 15% en 2024 respecto al mismo trimestre de 2023 (Banrep, 2024). Además, los combustibles fósiles siguen teniendo una participación importante en la matriz energética total (petróleo (41,2%), gas (22,8%), carbón (11,2%)) (IEA,2024), aunque no tanto en la matriz de generación eléctrica (gas (19,9%), el carbón (7,6%) y otros fósiles (6,8%)) dado que la mayoría de dicha generación se da a partir de hidroeléctricas (60,9% de capacidad instalada) (EMBER, 2024). Teniendo en cuenta la dificultad de la salida de combustibles fósiles en la matriz energética y que el país tiene un componente fiscal importante asociado a los hidrocarburos, el objetivo es evaluar la prospección en el largo plazo de la explotación y producción de hidrocarburos, incluyendo carbón, petróleo y gas natural. Por otro lado, Colombia es signatario de la Alianza para Dejar Atrás el Carbón (PPCA por sus siglas en inglés), el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles y hace parte de los amigos de la Alianza Más Allá del Petróleo y el Gas (BOGA). A pesar de que ninguna de estas iniciativas exige o establece una meta específica, se espera que el país avance en la implementación de acciones planeadas hacia el abandono de los combustibles fósiles en el marco de sus compromisos voluntarios.
En la decisión del primer Balance Mundial del Acuerdo de París, se incluye un llamado explícito a hacer una transición lejos de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, con el objetivo de alcanzar emisiones netas cero para 2050. Aunque aún no existe una meta cuantificada globalmente para este compromiso, hay consenso en que los países desarrollados deben liderar esta transición. Además, el Balance Mundial incluye el objetivo de “acelerar los esfuerzos para reducir gradualmente la generación de energía a partir del carbón sin medidas de mitigación”. A pesar de esta meta aspiracional, y de las señales que ha dado el gobierno colombiano frente a la negativa de firmar nuevos contratos de exploración de petroleo y gas y del esfuerzo por iniciar la salida de plantas de energía eléctrica operadas con carbón, no existe una meta formal en Colombia en relación con esta dimensión.
- Comportamiento tendencial (Puntaje 0,25)
Para la perspectiva general, se percibe una caída de la producción de fósiles entre 2010 y 2020, y luego vuelve a incrementarse la producción entre 2020 y 2023. Aún así, la producción en 2023 se mantiene por debajo de la producción de 2010 en 10,2 Mtoe. A pesar de esto, el consumo, las exportaciones y las importaciones tienen tendencias a la alza. Por otro lado, el consumo ha incrementado de forma sostenida entre 2010 y 2023, con una diferencia de 12,9 Mtoe entre los dos periodos. Una situación similar se presenta con las importaciones, que han incrementado en $2.633 MUSD en el mismo periodo. Finalmente, las exportaciones han tenido mayor fluctuación, pero desde 2020 lleva una tendencia creciente sostenida, y en el 2023 se presentó un pico de máximo histórico con $32.612 MUSD respecto del 2010 cuando se presentaron exportaciones por $19.432 MUSD.
Adicionalmente se resalta que en el informe anual de Reservas y Recursos presentado por la Agencia Nacional de Hidrocarburos de 2024, se mantuvo la relación reservas/producción petrolera por encima de los 7 años aunque la relación de gas disminuyó 1 año pasando a 6.1 años, pero a 31 de diciembre de 2023, el país ha incrementado sus recursos contingentes tanto de petróleo como de gas (18% y 29% respectivamente), y el promedio de descubrimientos entre septiembre de 2022 a mayo de 2024 paso a 7,6 descubrimientos por año, cuando el promedio entre 2014 y agosto 2022 es de 3,6 por año (ANH, 2024). Esto apunta a que en el corto plazo se mantenga la tendencia creciente.
Es importante mencionar que por la agregación de los datos económicos, no se mide cada combustible fósil de manera independiente, ni el carbón que tiene una meta individual en el Balance Mundial, sino que se da una perspectiva agrupada para todos los combustibles fósiles.
- Comportamiento interanual (Puntaje 0,38)
Las 4 variables analizadas presentan tendencias alcistas en el último año. El consumo incrementó en 1 Mtoe y la producción en 1,5 Mtoe. Las exportaciones incrementaron $1.123 MUSD y las importaciones $129MUSD. El consumo y las importaciones tienen un comportamiento más estable que la producción y las exportaciones, en la medida en que las variables están relacionadas, responden de forma similar a los estímulos. Con la subida de los precios internacionales de los combustibles fósiles en respuesta a la guerra entre Rusia y Ucrania, la producción se vió incentivada al alza para aprovechar los altos precios, en consecuencia el incremento en exportaciones. Aún así, el incremento entre 2022 a 2023 fue menos pronunciado que el año previo. Entre 2021 y 2022 las exportaciones crecieron un 37% y las importaciones un 28%, mientras que el siguiente año fueron incrementos de 3,5% y 2,5% respectivamente. En producción y consumo el contraste no es tan grande, entre 2021 y 2022 la producción creció un 7% y el consumo un 2,8%, mientras que el siguiente año fueron incrementos de 1,7% y 2,7% respectivamente.
En general, el comportamiento de los combustibles fósiles en los 13 años analizados presenta una tendencia creciente, y al revisar cada variable independiente se perciben máximos históricos en consumo, exportación e importación, y aunque la producción no está en máximos presenta un incremento sostenido los últimos 3 años, por lo que desde el punto de vista de los indicadores hay una perspectiva negativa frente a la transición. Entrando en el detalle del análisis del cambio anual más reciente, se percibe que el último año analizado (2022-2023) mantiene tendencia al alza, aunque tuvo una tasa de crecimiento menor a la del año anterior (2021-2022), por lo que la perspectiva para el índice es positiva frente a la transición.
En resumen, y haciendo una ponderación del cambio interanual y del cambio de un año a otro, no se evidencia un avance de Colombia hacia la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. A pesar de las señales que ha dado el gobierno actual para avanzar hacia el alcance del objetivo, el país requiere aún de mucho apoyo para abandonar tanto la producción como el consumo de los combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) de una manera planeada.
Eliminación de Subsidios
En 2023, de los $7,44MM USD que destinó Colombia a subsidios a combustibles fósiles (consumo y producción), el 88,9% se enfocó en el financiamiento de subsidios al petróleo, 5,1% a carbón, 4,2% a gas natural y 1,8% a uso final de electricidad. La mayoría de estos subsidios (87,8%, $6,54MM USD) se canalizaron a través de transferencias presupuestales directas, seguidos de $903,98M USD dirigidos a través de reducción de impuestos o “tax expenditures” (IISD & OECD, 2024). La mayoría de los subsidios a los combustibles fósiles se movilizan hacia el consumo, y es la tendencia que se ha mantenido de forma consistente desde 2010 hasta 2023. En el caso de Colombia, se está avanzando ya en la eliminación progresiva de los subsidios, con la reforma del Fondo de Estabilización de Precios de Combustibles (FEPC) que se creó en 2007, que tras la volatilidad de precios de la pandemia representaba un déficit fiscal del 2.5% del PIB en 2022. Se inicio entonces con incrementos paulatinos al pecio de la gasolina desde julio del 2022. Entre agosto de 2022 y hoy, el precio de la gasolina fue llevado desde 9.180 COP/galón, a precios internacionales de 16.000 COP/galón (en promedio para las 13 ciudades principales está hoy en 15.827 COP/gal). Por el lado del diésel, el precio estaba en 9.000 COP/gal congelado desde 2020, tras negociaciones con los transportistas se logró subir a 9.800 COP/gal a finales del 2024, el déficit restante es de aproximadamente 5.500 COP/gal. Con base en el plan trazado se espera que desde 2026 se empiecen a dar superávits y que para 2027 el balance del subsidio sea neutro, cerrando de forma definitiva el total de la deuda que ha representado este subsidio para el gobierno, pero hay dudas respecto del avance en esa reducción para el 2025 ya que es año electoral en el país.
Del Balance Mundial (GST) se tiene la meta de eliminar lo antes posible los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles, que no abordan la pobreza energética ni las transiciones justas. Adicionalmente, Colombia es signataria de la Coalición para la Salida de los Incentivos a los Combustibles Fósiles, incluidos los Subsidios (COFFIS) liderada por Instituto Internacional de Desarrollo Sostenible (IIDS), dentro de la cual se compromete a publicar un inventario nacional de los subsidios a combustibles fósiles antes de noviembre de 2025, aunque no tiene meta específica.
- Comportamiento tendencial (puntaje 0)
Para la perspectiva general, se percibe un incremento sostenido desde el 2020 hasta el 2023 tanto en los subsidios dirigidos a producción como a consumo, respecto del PIB. Se resalta que la proporción de los subsidios dirigidos a consumo son significativamente mayores a los de producción, siendo la cantidad de fondos dirigidos a producción el 9% en promedio de lo que se dirige a consumo. Aun así, ambos rubros presentan incrementos, y particularmente se ve un aumento más pronunciado de ambos subsidios en 2022, cuando el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania provocó una subida inmediata en los precios de materias primas (commodities) clave, como el petróleo, gas carbón, entre otros (OCDE, 2023), incrementando la presión sobre la inflación que se traía por motivo de la pandemia, y requiriendo una respuesta de crisis rápida que evitará la transferencia de esta subida de precios a la población.
- Comportamiento interanual (puntaje o)
Tanto la carga fiscal total de los subsidios a los combustibles fósiles (incluye subsidios a la producción y al consumo) ha aumentado los últimos años. Entre 2021 y 2022 se triplicó pasando de 0,47% del PIB en 2021 a 1,51% del PIB en 2022, mientras que de 2020 a 2021 había incrementado 0,29% y de 2022 a 2023 0,41%. Lo anterior ha sido jalonado principalmente por los subsidios al consumo, por la coyuntura mencionada previamente. Aunque el aumento en la cantidad de fondos dirigidos a producción tiene el mismo comportamiento entre 2021 y 2022, el año anterior y el siguiente mantienen un movimiento más estable. Entre 2022 y 2023 pasaron de 0,10% del PIB a 0,11% del PIB, de manera que se percibe una ralentización en los subsidios a la producción de combustibles fósiles.
En general, el comportamiento de los subsidios a combustibles fósiles en los 4 años analizados presenta una tendencia creciente, y al revisar los fondos desagregados por consumo y producción, se percibe que en todo el periodo han incrementado ambos, por lo que desde el punto de vista del indicador (valor del subsidio) y del índice (carga total sobre el PIB) hay una perspectiva negativa frente a la transición. Entrando en el detalle de los movimientos año a año, se percibe que los subsidios a producción, han tenido un incremento menor en el último periodo (2022-2023) respecto de los cambios entre los años anteriores. A pesar de que esta puede ser una buena señal dado que los subsidios dirigidos a la producción deberían priorizarse para su eliminación por encima de los subsidios al consumo en los países en desarrollo, esto no cambia la perspectiva negativa dado el avance casi nulo que tiene Colombia frente a la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles.
Es importante mencionar que por la agregación de los datos económicos, no se mide cada combustible fósil de manera independiente, sino que se da una perspectiva agrupada para todos los combustibles fósiles.
Inversiones en TE
Comportamiento tendencial (Puntaje: 1)
Entre 2002 y 2010, la inversión en energías renovables en Colombia se mantuvo relativamente baja e incluso negativa en algunos años. Esto coincide con una etapa en la que el país se enfoca principalmente en la generación hidroeléctrica y en menor medida en centrales térmicas, sin darle todavía un lugar relevante a las fuentes no convencionales de energía.
A partir de 2011 se empieza a observar un crecimiento moderado, impulsado por la necesidad de diversificar la matriz energética para hacerla más sostenible. Un hito decisivo fue la Ley 1715 de 2014, que estableció incentivos fiscales y regulatorios para promover las energías renovables no convencionales. Este marco legal preparó el terreno para que, hacia 2016 y 2017, la inversión en el sector se disparara, reflejando la confianza de los inversionistas y la inclusión de proyectos solares y eólicos en los planes de expansión (Plan de Expansión de Referencia Generación – Transmisión 2015-2029 de la UPME).
El segundo gran pico de inversión (2019-2020) se puede relacionar con las Subastas de Contratación de Largo Plazo de 2019, que adjudicó más de 1 GW en proyectos solares y eólicos, impulsando una importante inyección de capital al sector. Tras este punto, se aprecia una caída en la serie, atribuible en parte a la finalización de los desembolsos iniciales de los proyectos adjudicados y a los efectos de la pandemia en la ejecución de nuevas obras. Aun así, la línea de tendencia (representada por la curva punteada) muestra un incremento sostenido en el largo plazo.
Comportamiento interanual (Puntaje: 0)
Las variaciones interanuales más notorias se concentran en los años de mayor adjudicación de proyectos o de cambios regulatorios significativos. Por ejemplo, en 2016-2017, el salto en la inversión se asocia con la puesta en marcha de varios parques eólicos en La Guajira y con el auge de la generación solar distribuida. Posteriormente, en 2019-2020, la Subasta de Renovables marcó un nuevo récord de inversión, reflejado en la serie como un pico significativo.
Sin embargo, después de cada pico, se observan caídas interanuales que coinciden con la finalización de las inversiones iniciales y la ausencia temporal de nuevos proyectos de gran escala. El periodo posterior a 2020, además, estuvo marcado por la pandemia de COVID-19, que afectó los tiempos de construcción y la llegada de capital extranjero. Aunque en 2021 se llevó a cabo otra Subasta de Renovables, esta no alcanzó la magnitud de la de 2019, lo cual explica una menor variación positiva en la serie.
En la etapa 2022-2023, se ha visto cierta recuperación asociada con la reactivación económica y el enfoque del gobierno en la transición energética, contemplado en el Plan Nacional de Desarrollo. Sin embargo, los ritmos de ejecución y la volatilidad en los mercados energéticos internacionales mantienen fluctuaciones en los flujos de inversión.
Al hacer una evaluación de la dimensión, se destaca que hubo un incremento en la inversión en energías renovables en Colombia en los últimos años que igual necesita incrementarse si se quiere propender por una entrada acelerada de energías renovables. La adjudicación de proyectos en subastas y la llegada de capital privado e internacional han contribuido al crecimiento observado en la inversión. Tras cada pico, se observan descensos que responden a la finalización de inversiones puntuales y a la menor actividad en la adjudicación de nuevos proyectos, pero la tendencia global se mantiene al alza.
Justicia en TE
En desarrollo