Moderado
Así va 62/100
Entradas de Renovables
Así va 100/100
Eficiencia Energética
Así va 67/100
Salida de Fósiles
Así va 44/100
Eliminación de Subsidios
Así va 100/100
Inversiones en TE
Así va 25/100
Justicia en TE
No Aplica
Resumen
Brasil inició el proceso de institucionalización de su transición energética mediante la creación de políticas públicas y la implementación de marcos regulatorios enfocados en la promoción de fuentes renovables de energía. Aunque el avance ha sido notable, la institucionalización de esta transición aún enfrenta desafíos, como la integración de nuevas tecnologías y la efectiva implementación de la trayectoria rumbo a la neutralidad climática. Sin embargo, en consonancia con la histórica tradición de Brasil de seguir múltiples direcciones, a veces contradictorias, los esfuerzos por acelerar la transición energética continúan viéndose opacados por iniciativas simultáneas que promueven la expansión de la exploración y refinación de petróleo dentro del territorio nacional. Mientras Brasil aboga por una "hoja de ruta" para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, la Administración Lula ha defendido abiertamente la exploración de hidrocarburos en la región amazónica. En este sentido, se puede afirmar que el plan nacional de transición energética de Brasil no establece un plazo final para la explotación de combustibles fósiles, ni mucho menos para su eliminación total. En lugar de ello, se centra únicamente en aumentar el suministro de energía renovable en la red eléctrica nacional y en participar en foros diplomáticos que deliberan sobre posibles rutas para la transición energética. Este enfoque se justifica oficialmente bajo el principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas (RCD), sin embargo, se encuentra completamente desalineado con las trayectorias seguras necesarias para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5ºC, especialmente tratándose de un país considerado como un "actor climático" que reivindica las soluciones climáticas como una de sus principales señas de identidad.
En los últimos 10 años, Brasil ha experimentado una transformación significativa en su matriz energética, presentando un descenso en la participación en el consumo final de energía del petróleo y sus derivados pasando del 39.2% al 37.2% y del gas natural, del 13.5% al 9.3% en este período.
En la siguiente tabla se muestra la Matriz energética (energía primaria) a 2023:
Fuente | TJ | Porcentaje |
Petróleo | 4.774.772 | 37,22% |
Gas Natural | 1.095.197 | 9,35% |
Carbón Mineral | 575.013 | 4,68% |
Hidroenergía | 1.533.585 | 12,27% |
Renovables | 572.103 | 3,54% |
Nuclear | 158.222 | 1,27% |
Biocombustibles | 4.291.383 | 31,67% |
En el balance energético resumido para el año 2023 según OLADE menciona que la oferta total de energía a 2023 es de 313.982 distribuye la energía que ingresa al país y de qué manera se consume entre los grandes sectores, identificados como transporte (35% del consumo), industrial (21% del consumo), residencial (18% del consumo), agro pesca y minería (19%) y comercial-servicios públicos (6%).
Brasil se caracteriza por tener una de las matrices eléctricas más limpias del mundo, con un 85% de energías renovables, incluyendo renovables, hidroenergía y biocombustibles.
En la siguiente tabla se muestra la Matriz eléctrica nacional, como capacidad instalada a diciembre de 2023.
Fuente | GW | Participación |
Petróleo | 8,34 | 4,24% |
Gas Natural | 18,57 | 8,73% |
Carbón Mineral | 3,18 | 1,52% |
Hidroenergía | 109,9 | 52,55% |
Renovables | 66,59 | 23,77% |
Nuclear | 1,99 | 0,95% |
Biocombustibles | 17,56 | 8,23% |
En noviembre de 2024, Brasil presentó ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) su nueva Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), para 2035, la cual incluye un compromiso explícito de cumplir con lo estipulado en el párrafo 28 de la decisión 1/CMA.5. En este contexto, la NDC del país confirma la internalización de los resultados iniciales del Balance Mundial (GST, por sus siglas en inglés) y avanza en la implementación de las recomendaciones mencionadas en dicho párrafo, destacando la transición de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos de manera justa, ordenada y equitativa, con los países desarrollados asumiendo el liderazgo en este proceso.
El compromiso no es nuevo: en su primera NDC presentada, Brasil ya se comprometió a alcanzar la neutralidad neta de emisiones para 2050. Sin embargo, con la presentación de la NDC 2035, se ve una innovación incremental al indicar cómo el país pretende alcanzar la neutralidad climática para 2050. Es decir, a través del multilateralismo, negociando la transición en conjunto y con los países desarrollados liderando el camino.
A nivel nacional, se creó la Secretaría Nacional de Transición Energética y Planificación, adscrita al Ministerio de Minas y Energía (MME), para liderar el desarrollo de una estrategia nacional para la transición energética. Se prevé que esta estrategia siga una visión integrada entre las políticas energéticas y climáticas, y la Secretaría tiene la responsabilidad de apoyar la elaboración de los planes sectoriales del ámbito energético en el marco de la Estrategia de Adaptación y la Estrategia de Mitigación del Plano Clima. El primero de estos planes, relativo a la adaptación, se encuentra en consulta pública hasta abril de 2025, mientras que el segundo aún no ha sido publicado. Adicionalmente, la Secretaría continúa brindando los instrumentos normativos legales y administrativos necesarios para la transición energética, que abarcan el sector energético y los combustibles.
Brasil ha avanzado de manera significativa en 2024 y 2025 a través de nuevas normativas y políticas públicas vinculadas a la transición energética. En 2024, se instituyó la Política Nacional de Transición Energética (PNTE) mediante la Resolución CNPE nº 5/2024, junto con el Plan Nacional de Transición Energética (Plante) y la creación del Foro de Transición Energética Nacional, con el objetivo de orientar el país hacia una matriz energética más limpia y sostenible. Ese mismo año, la Ley Federal nº 14.993/2024 estableció programas para incentivar la producción y el uso de combustibles de menor intensidad en emisiones de carbono, así como el desarrollo de tecnologías de captura y almacenamiento geológico de dióxido de carbono (CCUS).
En 2025, el proceso se consolidó con la promulgación de la Ley Federal nº 15.097/2025, que regula los procedimientos para la explotación del potencial energético offshore, ampliando así las posibilidades de diversificación de fuentes energéticas. A su vez, la Ley Federal nº 15.103/2025 autorizó la creación del Programa de Aceleración de la Transición Energética (PATEN), con miras a acelerar inversiones y proyectos clave para alcanzar los objetivos de descarbonización. En el ámbito internacional, a través de la Resolución CNPE nº 5/2025, Brasil manifestó su interés en integrarse como miembro de la Agencia Internacional de Energía (AIE) y de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), además de participar en el Charter de Cooperación de la OPEP+ (CoC-OPEP+), reflejando una estrategia de inserción activa en la gobernanza energética global.
Finalmente, la Resolución CNPE nº 7/2025 estableció nuevos lineamientos para fortalecer la investigación, desarrollo e innovación en el sector energético nacional. Entre las áreas priorizadas se encuentran la reducción de emisiones de metano, el impulso a tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS), el desarrollo de turbinas eólicas más eficientes y la promoción de la eficiencia energética.
En términos generales, Brasil ha logrado avances significativos en 4 de las 5 dimensiones de la transición energética justa, particularmente resaltan las trayectorias de incremento de capacidad instalada y reducción en intensidad energética, donde ambas están alineadas con las metas de progresión sostenible. Hay camino por recorrer respecto de los subsidios a combustibles fósiles, y en la misma línea las inversiones en energías renovables, que siguen siendo una proporción muy pequeña respecto de la inversión dirigida al sector petrolero. Esto se evidencia en el bajo nivel en el que se encuentra la salida a combustibles fósiles, siendo esta la dimensión con mayores retos, y que deberán afrontar para lograr la meta de carbono neutralidad a 2050 establecida en su NDC.
Entradas de renovables
La expansión de la capacidad instalada de energías renovables constituye uno de los pilares fundamentales para una transición energética justa. En el contexto del Primer Balance Mundial (GST), se plantea como meta triplicar la capacidad de energías renovables a nivel global para 2030, lo cual requiere esfuerzos significativos de cada país para adaptar sus matrices energéticas a fuentes más limpias y sostenibles.
En el caso de Brasil, dada su histórica dependencia de fuentes hidráulicas y su potencial en solar y eólica, el aumento de la capacidad renovable es un factor crítico tanto para garantizar seguridad energética como para reducir emisiones de gases de efecto invernadero.La expansión de las energías renovables en Brasil tiene sus inicios en 2001, en el contexto de la crisis energética que afectó al país ese año. Ante la escasez de oferta energética, se implementó una estrategia para fomentar la contratación de proyectos de generación de energía eólica. En este marco, se creó el Programa de Emergencia de Energía Eólica (PROEÓLICA), cuyo objetivo era contratar un total de 1.050 MW de proyectos eólicos antes de diciembre de 2003. Este programa marcó el primer esfuerzo estructurado del país para integrar la energía eólica en su matriz energética, abriendo el camino para el desarrollo de esta fuente renovable en las décadas siguientes.
No obstante, el Programa de Emergencia de Energía Eólica (PROEÓLICA) no alcanzó los resultados esperados y fue sustituido por el Programa de Incentivo a Fuentes Alternativas de Energía Eléctrica (PROINFA), cuyo objetivo promovió: 1.) la expansión de fuentes renovables dentro de la matriz energética nacional; y 2.) la consolidación mínima de la industria de montaje de turbinas eólicas y sus componentes en Brasil, a través de la implementación de requisitos de contenido nacional para las turbinas eólicas asociadas a este programa.
La meta incluida en el primer balance mundial busca triplicar la capacidad de energías renovables a nivel global, alcanzando una capacidad instalada de 11.000 GW para el año 2030. No obstante, esto no implica que todos los países deban incrementar su capacidad al mismo ritmo. De acuerdo con un análisis realizado por Transforma, Brasil tiene el potencial de aumentar progresivamente su capacidad instalada de energías renovables, alcanzando un mínimo de 276,92 GW para el año 2030.
Para Brasil, si bien no existe una meta nacional explícita de triplicación, los documentos de planificación energética como el Plan Nacional de Energía o el Plan Decenal de Expansión de Energía 2030 (PDEE), indican la necesidad de mantener y expandir su liderazgo regional en fuentes renovables, En el PDEE se estima una participación del 86% de capacidad instalada en energías renovables para el 2030, lo cual representan 203 GW, principalmente en energía eólica.
- Comportamiento tendencial (Puntaje: 1)
La serie de capacidad instalada en Brasil entre 2020 y 2023 muestra un crecimiento continuo. Durante este período, la capacidad aumentó de 151,8 GW a 196,48 GW, reflejando un incremento sostenido impulsado por la incorporación de nueva infraestructura, principalmente en tecnologías solares y eólicas.
- Comportamiento interanual (Puntaje: 1)
Entre 2020 y 2021, Brasil registró un incremento de aproximadamente 10,5 GW en su capacidad instalada. Durante 2022, el crecimiento se mantuvo, con un aumento de 14,37 GW respecto al año anterior. Para 2023, se observa un incremento de casi 20 GW, alcanzando los 196,48 GW. Estos datos indican un ritmo de expansión constante y positiva para la transición energética entre el período 2020-2023.
- Comparación contra la meta de referencia (Puntaje: 1)
El crecimiento es consistente al contrastarlo de manera general con el índice de entrada de energías renovables, se observa que el ritmo de expansión ha sido cercano y alineado a las trayectorias previstas en el Escenario de Progresión Sostenible, con una leve diferencia de capacidad por debajo de 1 GW (176,67 GW frente a 178 GW en 2022; 196, 48 GW frente a 197,3 GW en 2023).
En general, el comportamiento de la capacidad instalada en energías renovables en Brasil durante el período 2020-2023 presenta una tendencia creciente a favor de la transición. De manera similar, al analizar los datos de cada año se observa un aumento constante en la capacidad instalada, especialmente en los sectores solar y eólico, por lo tanto, teniendo en cuenta el comportamiento tendencial e interanual se considera que Brasil presenta una perspectiva positiva en la entrada de energías renovables.
Aún quedan consideraciones importantes sobre la expansión del uso de la energía solar fotovoltaica y la expansión de la generación descentralizada de energía en el país. Sin embargo, lo central es que el avance de las energías renovables se produjo como una forma de sortear una crisis de suministro eléctrico que asolaba Brasil. En otras palabras, estas no fueron vistas como una estrategia para descarbonizar el sector, en sí misma, sino como una herramienta para aumentar la oferta energética y reducir la pobreza eléctrica. Este escenario provocó que los paradigmas asociados a la sustitución de combustibles fósiles por fuentes renovables tardaran mucho en aparecer en la agenda política nacional, siendo sólo la introducción gradual de renovables considerada suficientemente estratégica.
Eficiencia energética
La proyección de eficiencia en el uso de la energía en Brasil identificó la existencia de dos tipos de movimiento. El primero se refiere a la dinámica natural del aumento de la eficiencia, conocido como progreso autónomo. Este movimiento está impulsado por factores intrínsecos a cada sector, como el reemplazo tecnológico natural debido al fin de la vida útil de los equipos o por presiones del mercado o ambientales, además de ser influenciado por programas y acciones de conservación que ya están en funcionamiento en el país. El segundo tipo de movimiento hace referencia a la implementación de programas y acciones específicas, dirigidas a sectores determinados y que reflejan políticas públicas. Este se denominó progreso inducido.
Conforme a la meta del párrafo 28 del GST, se debería duplicar la tasa anual promedio de mejoras en eficiencia energética para 2030. Para Brasil, su colaboración para alcanzar dicha recomendación ocurre únicamente a través del aumento de la tasa de mejora de la eficiencia energética “inducida”. No existe un objetivo vinculante, sino una aspiración de mejorar la eficiencia energética en un 10% para 2030. Brasil tiene como meta, hasta 2030, mejorar su eficiencia energética en un 10%, siendo un 5% mediante progreso autónomo y otro 5% mediante progreso inducido.
- Comportamiento tendencial (Puntaje: 1 )
Para el periodo de análisis se evidencia una tendencia positiva en la reducción de la intensidad energética entre 2015 y 2022, con una caída sostenida desde 2020, a pesar de que el nivel histórico más bajo de intensidad energética fue en 2011. Las mejoras efectivas en EE han mostrado un incremento gradual, alcanzando un 2,0% en 2022 (Ver gráfico arriba). Esta línea de base implica retos significativos para alcanzar la meta de duplicar las mejoras en eficiencia energética al 2030, especialmente considerando que el perfil de inversión en este ámbito ha sido limitado y focalizado principalmente en el transporte, más que en el sector industrial — responsable de cerca del 38% del consumo energético del país.
Sin embargo, de acuerdo con el Banco Mundial, Brasil mantiene uno de los índices de intensidad energética más altos de América Latina, con un valor promedio de 3,89 megajulios por unidad de PIB (en USD PPA 2017), casi estable en las últimas dos décadas. Esta situación refleja una estructura productiva centrada en industrias de bajo valor agregado y alto consumo energético, agravada por la persistencia de maquinaria obsoleta y una infraestructura de transmisión y distribución con deficiencias regionales.
Aunque entre 2013 y 2023 se invirtieron cerca de R$6 mil millones en I+D+D en eficiencia energética, principalmente con recursos públicos, estos esfuerzos no han logrado transformar estructuralmente el desempeño energético del país. El nivel de eficiencia energética mejoró un 11,8% entre 2005 y 2023, según la metodología ODEX, lo que sugiere avances modestos frente a la ambiciosa meta para 2030.
- Comportamiento interanual (Puntaje: 1)
Para el comparativo entre los dos últimos periodos se evidencia que el índice de mejoras efectivas en EE se duplicó, pasando de 1% en 2021 a 2% en 2022, reflejando un comportamiento positivo para la transición energética.
- Comparación contra la meta global (Puntaje: 0)
Al contrastar los avances mencionados previamente con la meta de duplicar la tasa anual promedio de mejora en eficiencia energética, resulta evidente que aún es necesario acelerar el ritmo de reducción de la intensidad energética, para lograr un aumento anual sostenido del 4%, a partir del 2% logrado en 2022.
En general, el comportamiento de la intensidad energética en Brasil durante el periodo 2010-2022 muestra una tendencia decreciente, alcanzando en 2022 su nivel más bajo desde 2010. Esta evolución positiva se ha visto reforzada por una mejora interanual significativa entre 2021 y 2022, con un aumento en el índice de mejoras efectivas en eficiencia energética del 1% al 2%, lo que refleja un impulso reciente hacia la transición energética. No obstante, al comparar estos avances con el benchmark global —que exige un ritmo sostenido de mejora del 4% anual— resulta evidente que Brasil debe acelerar significativamente su progreso para cumplir con las metas internacionales al 2030.
Además, aunque se han invertido aproximadamente R$6 mil millones en investigación y desarrollo en eficiencia energética entre 2013 y 2023, esta inversión ha sido limitada en relación con el tamaño del PIB y ha estado enfocada mayoritariamente en el sector transporte, dejando rezagado al sector industrial, que representa cerca del 38% del consumo energético nacional. A esto se suman desafíos estructurales como la persistencia de maquinaria obsoleta, la infraestructura energética deficiente en algunas regiones y la alta intensidad energética promedio (3,89 MJ/USD PPA), una de las más elevadas de América Latina.
En suma, aunque Brasil ha mostrado avances, su progreso sigue siendo insuficiente en relación con los objetivos globales. El país necesita un esfuerzo mucho mayor y sostenido en la modernización tecnológica del parque industrial y en el fortalecimiento de su infraestructura energética para cerrar la brecha frente a los estándares internacionales de eficiencia.
Salida de fósiles
El Balance Mundial (GST, por sus siglas en inglés) plantea como meta acelerar la eliminación del uso de carbón en generación eléctrica cuando este no cuente con tecnologías de captura de emisiones, junto con un llamado general a reducir progresivamente el uso de combustibles fósiles. Por su parte, el análisis interno realizado por Transforma establece que, en la matriz eléctrica del país, disminuirá el aporte de combustibles fósiles en aproximadamente 10% hasta el 2030 (Diaz et al., 2024), y prioritariamente habría una salida de la plantas térmicas a carbón.
Brasil no tiene un objetivo nacional definido de abandonar completamente los combustibles fósiles ni el carbón. Sin embargo, cuenta con un objetivo general en su legislación para preparar la mayor región carbonífera del país ante el probable fin, en 2040, de la generación termoeléctrica que utiliza carbón mineral nacional, lo que implica también la cesación de la explotación de este mineral en la región, de manera oportuna, responsable y sostenible.
Durante el año 2025, hubo un intento de posponer la fecha límite hasta 2050, pero sin éxito. La narrativa utilizada para bloquear el permiso para extender la licencia de operación del polo carbonífero fue el precio promedio de la energía, que es absurdamente prohibitivo comparado con la energía hidroeléctrica u otras fuentes renovables no tradicionales que se están expandiendo rápidamente en el país, como la solar y la eólica marina.
- Comportamiento tendencial (0.5)
Se percibe un alza tanto en la producción como en el consumo de fósiles entre 2010 y 2023, siendo la producción mayor al consumo. El aumento del consumo interno está directamente relacionado con la recuperación económica nacional tras la reapertura de la economía en 2021. El gráfico destaca el crecimiento que se produjo tanto en las exportaciones como en las importaciones entre 2020 y 2023. Por otro lado, se evidencia un aumento en la exportación con respecto a la importación a partir del 2019, alcanzando la mayor brecha en los años 2022 y 2023.
El aumento de las importaciones desde 2019 se atribuye a la venta de refinerías estratégicas en el parque petroindustrial brasileño, lo que redujo la capacidad de producción de gasolina. La mayoría de las refinerías en Brasil fueron construidas en la década de 1970, cuando el petróleo era principalmente importado, siendo este de tipo ligero. Sin embargo, con el descubrimiento y la extracción de petróleo en la Cuenca de Campos, en esa misma década, las refinerías nacionales tuvieron que adaptarse para procesar el petróleo de origen brasileño, caracterizado por un mayor peso específico. Con la explotación del petróleo presal, proveniente de aguas profundas, Brasil comenzó a producir petróleo ligero, de mayor valor agregado y con características diferenciadas. Sin embargo, debido a la falta de infraestructura adecuada en las refinerías para procesar este tipo de petróleo, el producto comenzó a exportarse.
- Comportamiento interanual (0,375)
Respecto de las variación entre los últimos dos periodos analizados, las importaciones y exportaciones muestran una variación negativa, pasando de 48.045 MUSD y 56.373 MUSD en 2022, a 35.671 MUSD y 54.611 MUSD en 2023 respectivamente. Lo anterior significó un cambio significativo de las importaciones particularmente, que se redujeron en un 25,7%. A pesar de lo anterior, la producción y el consumo interno incrementaron, el primero en un 11% y el segundo en un 3,37% respecto del 2022. Lo anterior impulsado por el consumo de energía en el transporte en 2023, que mostró un aumento del 4,4% en comparación con 2022, principalmente asociado al aumento del consumo de biodiésel (+19,2%) y gasolina (+6,9%).
Durante el periodo analizado, Brasil ha mostrado avances limitados en la transición hacia una matriz energética menos dependiente de los combustibles fósiles. Aunque la inclusión en su NDC 2035 de un compromiso multilateral hacia el abandono gradual de los fósiles representa un paso simbólico positivo, en la práctica, el país ha incrementado tanto la producción como la exportación de petróleo y sus derivados. Este crecimiento se ha acompañado de una expansión del consumo interno, en parte impulsada por la recuperación económica tras la pandemia y por el aumento de la demanda en el sector transporte.
Brasil mantiene una alta dependencia del petróleo en su matriz energética, a pesar de que su matriz eléctrica es una de las más limpias del mundo en términos de participación de renovables. Esta dualidad refleja una baja electrificación del parque de transporte y una relación aún fuerte entre crecimiento económico y demanda de combustibles fósiles. Como medida reciente, el gobierno federal promulgó la Ley nº 14.993/2024, que busca mejorar el perfil de emisiones del transporte mediante el aumento de biocombustibles en la mezcla de gasolina, aunque su impacto estructural aún está por verse.
Entre 2010 y 2023, se ha observado un incremento sostenido en la producción y exportación de fósiles, con una brecha creciente respecto a las importaciones desde 2019. Esta tendencia responde, entre otros factores, a la privatización de refinerías estratégicas, la falta de infraestructura para procesar petróleo ligero del presal y una política orientada a aprovechar la demanda internacional. No obstante, en el último año (2023), las importaciones cayeron un 25,7%, mientras que la producción nacional aumentó un 11%, y el consumo interno un 3,37%, con especial dinamismo en el uso de biodiésel y gasolina.
En suma, aunque Brasil presenta fortalezas importantes en energía renovable eléctrica, su comportamiento en relación con los combustibles fósiles aún muestra una orientación extractiva y exportadora que dificulta su alineación con los compromisos climáticos globales. La falta de infraestructura de refinación adaptada a su producción actual y el rezago en la electrificación del transporte continúan siendo barreras estructurales clave.
Eliminación de Subsidios
Según las autoridades públicas los subsidios nacionales tienen como objetivo principal mantener los precios de los combustibles accesibles para la población, reduciendo, a su vez, el costo de distribución de bienes y generando externalidades positivas en el control de la inflación.
No obstante, aunque estos subsidios persiguen el objetivo de proteger al consumidor nacional de aumentos significativos en los precios internos, derivados de los contextos globales de oferta y demanda, existen subsidios directos destinados a apoyar el consumo de grupos específicos, en función de sus vulnerabilidades o del poder de presión sobre los gobiernos, como es el caso del “Auxílio Caminhoneiro“.
El párrafo 28 del GST establece, a este respecto, la eliminación de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles, que no abordan la pobreza energética ni las transiciones justas, tan pronto como sea posible.
Brasil carece de una tipología oficial que clasifique los subsidios otorgados a la industria de los combustibles fósiles, diferenciándolos según sus niveles de ineficiencia o que contemplen una transición energética justa.
Siguiendo la tendencia de que la mayor parte de los subsidios son asignados al consumo, el gobierno argumenta que los subsidios nacionales son justos y eficientes para mitigar los aumentos de precios y los choques inflacionarios, no requiriendo revisión o eliminación, como sugiere el GST.
- Comportamiento tendencial (1)
Se percibe una tendencia decreciente, a excepción de los subsidios a consumo que sufrieron un aumento en el 2021. Esto debido a que la mayoría de los subsidios a los combustibles fósiles se movilizan hacia el consumo, y es la tendencia que se ha mantenido de forma consistente desde 2010 hasta 2023, aunque la brecha entre ambos beneficiarios se ha venido cerrando, presentando un monto bastante similar en el 2023 con una distribución de producción 45% respecto de consumo 55% (IISD & OECD, 2024), van confluyendo respecto de los años previos.
Adicionalmente, el aumento de los precios internacionales del petróleo, que ocurrió después de la drástica caída de 2020 provocada por la pandemia de COVID-19, resultó en incrementos significativos en los precios internos de la gasolina y el diésel. Este aumento tuvo un impacto directo en la inflación y en el costo de vida. Ante esto, el gobierno adoptó medidas de subsidio para mitigar los efectos de este traslado, buscando evitar una mayor insatisfacción social y garantizar la estabilidad económica.
- Comportamiento interanual (1)
Durante el periodo 2021-2023, se observan importantes variaciones en la carga fiscal asociada a los subsidios a los combustibles fósiles en Brasil. En 2021, esta carga superó el 0,35% del PIB, impulsada en parte por programas como el Auxílio-Caminhoneiro y ajustes en los impuestos nacionales (Cide y Pis/Cofins). Sin embargo, tras la finalización de dicho programa y la revisión de tasas impositivas, se registró una disminución progresiva en los dos años siguientes, cayendo por debajo del 0,30% del PIB en 2022 y del 0,20% en 2023. Esta caída también se refleja en la reducción de subsidios tanto al consumo como a la producción, con mayor impacto en los de consumo.
En 2023, Brasil destinó 4,48 mil millones de USD a subsidios a los combustibles fósiles, concentrando el 74,11% en petróleo, seguido por electricidad (12,5%), gas natural (8,71%) y carbón (4,69%). La mayoría de estos subsidios (83%) se ejecutaron mediante mecanismos fiscales indirectos —como reducciones impositivas o tax expenditures—, mientras que el resto se canalizó mediante transferencias presupuestales directas. Esto evidencia una estrategia predominantemente fiscal para sostener el acceso a estos combustibles, con un fuerte sesgo hacia el petróleo.
Este esquema de subsidios se encuentra estrechamente vinculado a la estructura del mercado de combustibles en Brasil, que hasta 2023 mantenía una política de precios atada a los valores internacionales. Esta paridad, promovida por Petrobras, expuso al mercado interno a alta volatilidad, generando presiones sobre los precios domésticos. Ante este escenario, el gobierno se vio obligado a intervenir con medidas fiscales y programas de alivio para mitigar el impacto económico en la población, especialmente durante los picos de precios globales.
Para la perspectiva general, se percibe una disminución en los subsidios dirigidos a producción como a consumo, respecto del PIB, tanto en el comportamiento tendencial como en el comportamiento interanual, solo con la excepción de un incremento en los subsidios a consumo entre 2020 y 2021.
Lo anterior en relación al impacto mundial de la coyuntura de la guerra entre Rusia y Ucrania, que implicó, no sólo para Brasil sino para la mayoría de países tuvieron un pico en los subsidios en el 2022. Se resalta que la proporción de los subsidios dirigidos a consumo y producción se han equiparado para el año 2023, y en general suelen ser mayores los recursos dirigidos a subsidiar consumo que los dirigidos a producción.
Es relevante señalar que la dificultad para revertir los subsidios está estrechamente vinculada a la alta sensibilidad y complejidad de modificar los precios relativos de los combustibles mencionados. Esta dificultad se debe tanto a la presión ejercida por grupos específicos, bien como a los impactos económicos de los aumentos sobre otros sectores de la economía. La desvinculación de la dependencia de los combustibles fósiles, en este sentido, representa una solución económica para mitigar los altos costos en sectores clave, como el transporte de mercancías y personas, y disminuir el precio promedio de producción en Brasil.
Inversiones en TE
La expansión de las energías renovables en Brasil tuvo un punto de inflexión en 2001, en medio de la severa crisis energética que enfrentó el país ese año. Ante la escasez de oferta eléctrica, el gobierno federal puso en marcha el Programa de Emergencia de Energía Eólica (PROEÓLICA) como una estrategia inicial para diversificar la matriz energética y fomentar la contratación de proyectos de generación eólica. El programa tenía como meta contratar 1.050 MW de capacidad instalada en energía eólica antes de diciembre de 2003, con una inversión prevista de R$3,3 mil millones en contratos a largo plazo, orientados a garantizar la viabilidad financiera de los proyectos adjudicados.
Ante este escenario, el gobierno optó por sustituir el programa por una iniciativa más amplia y estructurada: el Programa de Incentivo a Fuentes Alternativas de Energía Eléctrica (PROINFA). Este nuevo programa no solo mantuvo el impulso a la energía eólica, sino que amplió el foco a otras fuentes renovables como la biomasa y las pequeñas centrales hidroeléctricas. Además, incorporó un segundo objetivo estratégico: consolidar una industria nacional de montaje de turbinas eólicas y componentes, mediante el establecimiento de requisitos de contenido local en la fabricación de los equipos utilizados.
En conjunto, estos programas sentaron las bases para el crecimiento sostenido de la energía eólica en Brasil en las décadas siguientes, contribuyendo al posicionamiento del país como uno de los líderes regionales en el desarrollo de energías renovables no convencionales.
No hay meta de referencia país para esta dimensión
- Comportamiento tendencial (Puntaje: 0.25)
La tendencia en inversiones para energías renovables en Brasil entre 2010 y 2023 es a la alta, con crecimientos grandes dos periodos 2010-2012 y 2021-2022 y crecimiento constante a partir del 2016 hasta el 2020.El primer pico de inversión, que se dió entre 2010-2012, se relaciona con la Subasta de Energía de Reserva de 2010. El segundo gran pico de inversión (2021-2022) se puede relacionar con la Subasta de Generación Nueva A-3, A-4, A-5 (2021) y A-6 (2022).
Las variaciones más notorias se concentran en los años de mayor adjudicación de proyectos o de cambios regulatorios significativos. Por ejemplo, en 2010-2012, la Empresa de Pesquisa Energética (EPE) registró un total de 478 empresas interesadas en participar en la Subasta de Energía de Reserva, que fue realizada por el Gobierno Federal, con un enfoque exclusivo en la viabilidad de fuentes renovables. La fuente de energía que concentró el mayor número de proyectos registrados ante la EPE fue la energía eólica, con 399 parques eólicos y una capacidad instalada total de 10.569 MW. Sin embargo, después del pico de 2010-2012, se observa una caída que alcanza el mínimo de inversiones para el 2016 como reflejo de la crisis económica que azotó al país ese año hasta mediados de 2019. A partir de allí las inversiones tienen una tendencia a la alta. Con una inversión considerable entre 2021-2022, que se debe a las diversas contrataciones de energía nueva, que privilegiaran las energías renovables, por su costo más competitivo.
A diferencia de otros países de la región (i.e. Colombia) Brasil mantuvo su aumento de inversión del sector energético durante el período de COVID-19, esto puede deberse a la manutención de los subsidios para las renovables. Es relevante señalar que la mayoría absoluta de los incentivos a la producción de fuentes renovables provienen de cargos incluidos en la propia tarifa de electricidad, lo que implica que es el consumidor quien asume el costo. Así que, durante la crisis de la pandemia, todos los consumidores de energía eléctrica en Brasil siguieron incentivando las inversiones en renovables.
Es importante mencionar que, aunque la tendencia general de inversión en renovables desde 2013 ha sido creciente, la inversión al sector petrolero también ha venido incrementando: entre el 2018 y el 2023 el incremento de las inversiones petroleras fue casi del triple, pasando de 30.038 MUSD a 85.012 MUSD. Más aún, en el 2022, momento en el que las renovables recibieron la mayor cantidad de inversión histórica desde el 2010, los 12.745 MUSD representaron tan solo 20% de las inversiones realizadas en el sector petrolero para el mismo año.
- Comportamiento interanual (Puntaje: 0)
A pesar del incremento sostenido que se percibe en el comportamiento tendencial, tras una inversión considerable entre 2021-2022, la variación entre el año 2022 y 2023 es negativa. Se pasa de una inversión anual de 12.745 MUSD en 2022 a 10.869 MUSD en 2023, cayendo aproximadamente un 15%, lo que se puede asociar a las entregas de proyectos contratados en el pasado, los problemas de sobreoferta de energía renovable y el problema del recorte de distribución, y la inexistencia de nuevas subastas con montos considerables. Por el contrario, las inversiones en el sector petrolero siguen aumentando y pasaron del 20,3% entre 2021 y 2022 a un aumento del 35,5% entre el 2022 y el 2023.
En conjunto, el comportamiento de la serie refleja un crecimiento estructural de la inversión en energías renovables en Brasil, marcado por picos cíclicos que responden a la expansión de las contrataciones público-privadas de suministro de energía. Tras cada pico, se observan descensos que responden a la finalización de inversiones puntuales y a la menor actividad en la adjudicación de nuevos proyectos, pero la tendencia global se mantiene al alza. A pesar de esto, el último periodo refleja un cambio en esa tendencia, ya que hay una caída notable en la inversión a energías renovables, y en cambio, la inversión en el sector petrolero sigue en aumento, aún cuando las renovables equivalen a solo 12,7% de las inversiones en el sector petrolero en Brasil.
Justicia en TE
En desarrollo